La orden de Vegeta fue una sentencia. Tenía que mostrar el poder de Gohan, pero no podía ponerlo en un peligro mortal. Mi mente corrió a toda velocidad, buscando el equilibrio.
"Gohan", dije, arrodillándome frente al niño, que me miraba con ojos temerosos. "Escucha con atención. No te voy a pedir que luches. Solo quiero que muestres a estos Saiyajin lo que eres capaz de hacer. Cuando te lo diga, deja que esa energía que sientes dentro de ti... se libere. No para atacar, solo para brillar. ¿Entendido?"
Gohan asintió lentamente, apretando los puños. Sabía que esta era una apuesta arriesgada, pero la única forma de desviar la ira de Vegeta.
"¡Un mocoso!", Nappa se burló, riendo a carcajadas. "¡Qué patético, Raditz! ¡Creía que nos mostrarías algo impresionante, no a un llorón!"
"Cállate, Nappa", Vegeta gruñó. "Quiero ver esto."
Me levanté y me puse de pie, mirando a Gohan. "¡Ahora, Gohan! ¡Libera tu Ki!"
Los ojos de Gohan se cerraron con fuerza, y por un instante, no pasó nada. Luego, una furia silenciosa comenzó a burbujear en su interior. Los recuerdos de su padre, de la amistad, de la amenaza a la Tierra... La energía se disparó. Una explosión de Ki masiva y descontrolada, que hizo temblar el suelo bajo nuestros pies. El aire a su alrededor crepitó, y pequeños fragmentos de rocas cercanas comenzaron a levitar.
El Scouter de Nappa explotó en un estallido de chispas, incapaz de procesar el repentino aumento de poder. Sus ojos se abrieron de par en par, y su sonrisa desapareció. Vegeta, por primera vez, mostró una pizca de sorpresa genuina, sus ojos brillando con una mezcla de intriga y codicia.
"¡Imposible!", exclamó Nappa, retrocediendo un paso. "¡Ese mocoso... ese poder!"
"Lo ven, Príncipe", dije, mi voz resonando con autoridad. "Este es solo el potencial bruto. Una fracción de lo que puede ser con entrenamiento. Es la 'semilla de poder' de la Tierra."
Vegeta sonrió, una sonrisa macabra. "Interesante. Muy interesante, Raditz. Tenías razón. Este planeta es más de lo que parece. Un mocoso de este calibre... el potencial es insondable." Sus ojos se posaron en Gohan, ahora agotado y tembloroso por el esfuerzo. "Pero un poder sin control es un desperdicio. Y aún no entiendo cómo esta 'energía mística' nos ayudará a nosotros."
"Necesitamos tiempo para investigarlo, Príncipe", respondí rápidamente. "Unos meses. Si logramos entender cómo canalizarlo, seremos imparables."
"Meses, dices...", Vegeta se cruzó de brazos, su mirada oscilando entre Gohan y yo. "No tenemos meses para tonterías. Freezer está moviendo sus piezas. No podemos darnos el lujo de perder el tiempo con experimentos." Su expresión se oscureció. "Sin embargo, me has dado una razón para no destruir este planeta de inmediato. Por ahora. Pero esta no es la forma Saiyajin de hacer las cosas."
Entonces, los ojos de Vegeta se posaron en Goku y los demás Guerreros Z, quienes observaban la escena con los puños apretados. Su sonrisa se volvió aún más cruel.
"Este planeta es débil, Raditz. Estos insectos no tienen la fuerza para resistir. Y la única forma de que entiendan la seriedad de nuestra presencia es con una demostración de poder."
Mis ojos se abrieron con horror. Sabía lo que venía. Intenté intervenir. "¡Príncipe, espere! Necesitamos a estos terrícolas vivos para que Gohan pueda canalizar la energía..."
"¡Silencio, Raditz!", rugió Vegeta, su aura creciendo. "¡Has olvidado tu lugar! Nappa, demuéstrales lo que sucede cuando los insectos se interponen en el camino de un Saiyajin. Mátalos a todos. Excepto al mocoso. Y a Raditz, por ahora."
Nappa sonrió, una expresión de puro placer en su rostro. "¡Con gusto, Príncipe!"
Antes de que pudiera reaccionar, Nappa se lanzó. Su velocidad era aterradora, su fuerza abrumadora. Goku y Piccolo, a pesar de su entrenamiento extra, no estaban preparados para el nivel de brutalidad que se les venía encima.
Yamcha fue el primero en caer. Nappa se abalanzó sobre él con una velocidad cegadora, un puñetazo brutal en el estómago que lo envió volando contra un edificio, dejándolo inconsciente. Ten Shin Han y Chaos intentaron coordinar un ataque, pero Nappa se movió con una agilidad sorprendente para su tamaño. Un codazo brutal a Ten Shin Han lo dejó fuera de combate, y Chaos, al intentar usar su Kikoho, fue aplastado sin piedad bajo el pie de Nappa, desintegrándose en un instante.
"¡Chaos!", gritó Krilin, con lágrimas en los ojos, lanzándose desesperadamente hacia Nappa. Pero el Saiyajin simplemente lo golpeó, enviándolo a rodar por el suelo. Krilin, malherido y con varios huesos rotos, cayó inconsciente cerca de un escombro, pero vivo.
"¡Monstruo!", gritó Goku, su rostro retorcido por la ira. Se lanzó contra Nappa, intercambiando golpes furiosos, pero la diferencia de poder era abismal. Nappa se divertía, jugando con él, golpeándolo una y otra vez, hasta que Goku cayó de rodillas, magullado y sangrando.
Piccolo, con su ingenio, intentó un Makankosappo, pero Nappa lo interceptó con facilidad, agarrando su brazo y rompiéndoselo con un crujido espantoso. Un golpe final en el pecho lo dejó inconsciente y gravemente herido.
Todo sucedió en cuestión de segundos. El campo de batalla estaba sembrado con los cuerpos derrotados de los Guerreros Z, excepto Krilin, que apenas respiraba. El plan de "no matar" de Vegeta solo se extendía a los que consideraba "útiles". Los demás eran... desechables.
Me quedé paralizado, observando la masacre. Mi intento de cambiar el destino había fracasado estrepitosamente en este punto. La brutalidad Saiyajin, el desprecio por la vida, era algo que no podía manipular tan fácilmente. La lección de Vegeta era clara: el poder es lo único que importa. Y yo, Raditz, seguía siendo un eslabón débil a sus ojos.
Vegeta se acercó, su expresión una mezcla de triunfo y desilusión. "Ahí lo tienes, Raditz. La debilidad es patética. Estos insectos no valen el tiempo que he perdido observándolos. Pero el mocoso... es prometedor." Se giró hacia Nappa. "Nappa, los dejaremos con vida. Por ahora. Para que sientan la desesperación de su inminente extinción. Y para que Raditz pueda 'cultivar' su energía mística." Su voz destilaba sarcasmo.
Me miró fijamente. "Ahora, Raditz. Demuéstrame que tu tiempo aquí no fue una completa pérdida. Tienes seis meses. Seis meses para que Kakarotto y su mocoso sean capaces de mostrar un poder que justifique que no arrase este planeta. Si no lo hacen, me encargaré personalmente de que tu muerte sea lo más dolorosa posible. ¿Entendido?"
El peso de sus palabras era abrumador. Seis meses. La cuenta regresiva había comenzado de verdad.