La habitación, antes llena del caos de la refriega, se sumió en un silencio tenso, roto solo por los jadeos de los ejecutores caídos y la respiración agitada del Gorrión. La espada del "héroe" permanecía en alto, lista, pero Yusuri no se movía para atacar. Su postura era la de un depredador que evalúa a su presa, sus ojos helados perforando la máscara del Gorrión.
—Eres bueno, Gorrión —dijo Yusuri, su voz un hilo de seda cortante, desprovista de admiración, solo un reconocimiento frío de la eficiencia—. No eres uno de los nuestros, eso es obvio. Dime, ¿para qué agencia de Dinamarca trabajas? ¿Te han enviado los ministros, quizás? ¿O eres de alguna de esas patéticas organizaciones que se creen capaces de entender los hilos que mueven este mundo?
El Gorrión se mantuvo inmóvil, su máscara inescrutable. No hubo respuesta. Un silencio pesado se instaló en el aire, prolongándose hasta que la paciencia de Yusuri comenzó a agotarse, una cualidad rara en el frío ejecutor Valmorth.
—Elton Krusky no es más que una rata endeudada —continuó Yusuri, su voz un murmullo que, sin embargo, llenaba la habitación con un tono de desprecio—. Un parásito que ha vivido de migajas y deudas, un bufón sin verdadero poder. ¿Por qué un hombre con tus habilidades se rebaja a trabajar para alguien tan insignificante? Dime, Gorrión, ¿cuánto te ha pagado ese miserable por este... teatro?
De nuevo, el Gorrión permaneció en silencio. Su postura no flaqueó, pero la tensión en sus hombros, apenas perceptible, no escapó a los ojos agudos de Yusuri. Había algo más.
Yusuri dio un paso adelante, su voz se hizo más grave, cada palabra un sondeo punzante. —¿De qué generación eres, Gorrión? ¿Primera, segunda, tercera, cuarta... o quizás incluso una sexta generación, de esas que apenas poseen un rastro de poder? Tu habilidad es inusual para un... "potenciador". Eres fuerte, más de lo que la mayoría de los "potenciadores" logran ser. Dime, ¿cuál es tu origen? ¿Qué clase de sangre corre por tus venas para que te atrevas a interponerte en nuestro camino?
El Gorrión no respondió. Esta vez, sin embargo, el silencio no fue de desafío, sino de un nerviosismo creciente. Yusuri percibió el cambio, la sutil contracción de los músculos bajo la ropa del Gorrión, el leve temblor en el agarre de su espada. Era una fisura en la armadura, un indicio de la verdad.
Una sonrisa lenta y cruel se dibujó en los labios ocultos de Yusuri bajo su máscara. Se había dado cuenta. La pieza faltante en el rompecabezas había encajado.
—Ah, ya veo —murmuró Yusuri, su voz ahora cargada de una condescendencia burlona, la burla resonando en la pequeña habitación—. Eres un impostor. Un "potenciador". Esos químicos de mierda que circulan por el mercado negro, ¿no es así? Esas "gotas de la gloria" que prometen poder a cualquier estúpido por un breve tiempo, a costa de destrozar su cuerpo. No tienes poderes, ¿verdad, Gorrión? Solo una efímera y costosa ilusión de fuerza.
La revelación golpeó al Gorrión como un puñetazo, a pesar de que Yusuri no lo había tocado. Su postura se tensó aún más, y por primera vez, el miedo asomó en sus ojos a través de la máscara. La debilidad que Yusuri había percibido era real.
—Si es así —continuó Yusuri, su voz gélida, su convicción absoluta—, tu tiempo de lucha ha terminado. Esos "potenciadores" te dejarán tirado en el suelo, retorciéndote de dolor, una vez que el efecto pase. Y por lo que veo, no durará mucho más. Tu cuerpo ya debe estar clamando por más veneno.
El Gorrión apretó los dientes, su silencio había sido roto por la punzante verdad de Yusuri. Finalmente, la voz surgió de él, ronca y cargada de una desesperación apenas contenida, una admisión de su propia debilidad y codicia.
—Él... él me prometió una fortuna —dijo el Gorrión, su voz apenas un susurro que se quebraba—. Krusky... me prometió una montaña de plata, una vez que consiguiera el apellido Valmorth. Me dijo que sería rico más allá de los sueños. Yo solo quería... quería un poco de ese poder.
Yusuri soltó una carcajada, un sonido áspero y gutural que resonó en la habitación, una burla cruel que llenó el espacio. La risa se prolongó, llena de desprecio y un oscuro regocijo.
—¡El apellido Valmorth! —se mofó Yusuri, entre risas. Sus palabras eran un látigo. —¡Ese estúpido Krusky no consiguió nada! ¡Nunca lo hubiera conseguido! Y lo peor de todo, "héroe", es que hoy mismo, esa rata inmunda va a morir. ¡Él y sus hijos, excepto el mayor, pagarán con su miserable existencia el precio de su insolencia! ¡Y tú, Gorrión, vas a morir con ellos, por tu estupidez de creer en las promesas de un hombre muerto!
La risa de Yusuri se desvaneció, reemplazada por una expresión de asco y tedio. Se había divertido lo suficiente con la revelación. La conversación había terminado. El verdadero trabajo debía comenzar.
—Me he aburrido de ti, Gorrión —dijo Yusuri, y el tono en su voz era un presagio de la tormenta que se avecinaba.
Yusuri se lanzó hacia el Gorrión con una velocidad sorprendente, no como un guerrero, sino como una bestia rabiosa. No desenvainó un cuchillo. Sus manos, las mismas que habían arrancado el corazón de Alistair, se convirtieron en armas mortales.
El primer golpe fue un gancho brutal al rostro del Gorrión. La máscara del héroe se quebró con un sonido seco, volando en pedazos y revelando un rostro demacrado, con ojeras profundas y una piel pálida y sudorosa. La nariz del Gorrión se hundió con un crack espantoso, y la sangre brotó al instante, rociando a Yusuri.
El Gorrión soltó un grito de dolor y trastabilló hacia atrás, su espada cayendo al suelo con un clang patético. Sus músculos se tensaron, un espasmo incontrolable que recorrió su cuerpo, las venas de sus brazos se abultaron grotescamente. Los "potenciadores" estaban fallando, cobrando su precio.
Yusuri lo siguió sin piedad. Un puñetazo brutal en el estómago hizo que el Gorrión se doblara con un gemido, y sus ojos se desorbitaron. El aliento abandonó sus pulmones en un quejido húmedo. Otro golpe, un rodillazo feroz en la entrepierna, le arrancó un aullido de agonía. El Gorrión cayó de rodillas, temblando incontrolablemente, su cuerpo traicionándolo.
Yusuri lo agarró del cabello con fuerza inhumana y lo levantó hasta que sus ojos se encontraron con los suyos. El rostro del Gorrión era ahora un amasijo de sangre y terror.
—Dime, Gorrión —susurró Yusuri, su voz un murmullo letal—, ¿cómo se siente saber que todo tu poder es una mentira? ¿Cómo se siente la carne expuesta cuando sabes que no hay nada que te proteja?
Un golpe demoledor al mentón envió la cabeza del Gorrión hacia atrás con un chasquido espantoso. La mandíbula se descolgó, y un chorro de vómito, mezclado con sangre, brotó de su boca, rociando la camisa de Yusuri. La carne de su mejilla se abrió, dejando a la vista el hueso roto. El Gorrión se desplomó de nuevo en el suelo, retorciéndose, su cuerpo vibrando en una convulsión final.
Yusuri lo observó con puro desprecio. La sangre del Gorrión manaba por el suelo, un charco oscuro y pestilente. No era la sangre Valmorth que se regeneraba. Era sangre común, y su muerte sería tan común y patética como la de cualquier mortal. No había gloria para el "héroe", solo la ignominia de una derrota humillante y una muerte violenta. La lección había sido aprendida.