El mundo de Arnaud se redujo al túnel de visión entre sus brazos, la asta de la pica, y la masa gris furiosa que llenaba ese túnel. Courtaud era un muro de músculo y dientes que olía a sangre, a tierra helada y a muerte. El rugido de la bestia ahogó los gritos de Mathis, el crujir de la batalla, todo. Solo existía la carga.
Arnaud apretó la pica con todas sus fuerzas, anclándose al suelo helado. "¡AGUANTA!" se gritó a sí mismo, aunque sabía que era imposible. Un lobo normal sería empalado. Courtaud era otra cosa.
El impacto fue como ser golpeado por un ariete. La pica se dobló peligrosamente. La punta de hierro penetró el grueso pelaje del pecho de Courtaud, pero no con la profundidad letal que Arnaud esperaba. Sintió una resistencia bestial, como clavar en roca vieja. Un aullido de dolor y rabia, más sorpresa que debilidad, salió de las fauces del Rey Lobo. La fuerza del impacto arrancó a Arnaud del suelo. Voló hacia atrás, golpeándose contra la pared del callejón, el aire expulsado de sus pulmones. La pica, clavada superficialmente en Courtaud, se partió. Solo la punta se mantuvo en la carne de la bestia, un alfiler irritante.
Courtaud apenas se detuvo. Sacudió su enorme cabeza, los ojos fijos ahora en Arnaud, indefenso en el suelo. Un gruñido de triunfo maligno resonó en su garganta. Abrió las fauces, preparándose para arrancarle la cabeza de un solo mordisco.
"¡¡FUEGO, MATHIS!!" jadeó Arnaud, tratando de arrastrarse hacia atrás.
Mathis, paralizado hasta ese instante, reaccionó. Con un grito que era más un sollozo, levantó la antorcha recién encendida y la arrojó con todas sus fuerzas, no hacia Courtaud, sino al suelo frente a él, justo donde se había derramado un charco de sangre y aceite de una lámpara rota durante la preparación.
El efecto fue instantáneo y espectacular. El líquido inflamable prendió con un *whoosh* sordo. Una cortina de fuego azul y anaranjado, de casi un metro de altura, brotó del suelo, separando a Arnaud de las fauces de Courtaud. Las llamas lamieron el hocico del lobo gigante, chamuscando su pelaje. Courtaud retrocedió con un aullido de dolor genuino y sorpresa, sacudiendo la cabeza para apagar las pequeñas llamas que prendían en su hocico y pecho. El fuego, imprevisto, era un enemigo que no entendía.
Fue el instante que Boisselier había esperado. Desde su balcón, con una calma glacial, tensó su arco pesado. No apuntó al cuerpo, protegido por músculo y hueso. Apuntó al ojo derecho de Courtaud, brillando con el reflejo de las llamas. Respiró. Soltó.
La flecha silbó como el viento de la muerte. Impactó con un sonido húmedo y crujiente. El ojo amarillo de Courtaud estalló en un líquido oscuro. El aullido que soltó la bestia entonces no fue de rabia, sino de un dolor agudo, cegador, primitivo. Se retorció, golpeando contra las paredes del callejón, ciega de un lado y loca de dolor.
Boisselier ya no estaba en el balcón. Bajó las escaleras como un rayo, espada en mano. "¡A ÉL! ¡AL GIGANTE! ¡NO LO DEJEN ESCAPAR!" ordenó, corriendo hacia el callejón donde Courtaud se debatía.
La batalla general continuaba. Los lobos restantes, diezmados y desmoralizados por la caída de su líder, luchaban con ferocidad desesperada, pero eran acorralados. Los hombres, envalentonados por la herida de Courtaud, cerraban el cerco con picas y fuego. Pero el verdadero peligro seguía siendo el Rey Lobo. Aunque ciego de un ojo y con la punta de la pica clavada en el pecho, su furia era titánica. Derribaba a cualquier hombre que se acercaba, sus zarpazos destrozando armaduras de cuero como papel.
Boisselier llegó al borde del círculo de fuego que aún ardía, separándolo de Courtaud. Las llamas bajaban. Arnaud, tambaleándose, intentaba levantarse, buscando un arma. Mathis recogió una pica rota. Courtaud, oliendo a sangre humana fresca y a su propio dolor, giró hacia ellos, su único ojo bueno inyectado en sangre, buscando venganza. Boisselier saltó a través de las llamas moribundas. "¡¡POR LOS MUERTOS DE SAINT-GERMAIN!!" gritó, cargando con la espada alta, directo hacia el corazón del monstruo. Era el capitán contra el rey. El hierro contra el instinto. El último acto.
La batalla llega a su fin. ¿Quién caerá bajo la espada de Boisselier? ll El desenlace del Rey Lobo está aquí. Apoya la creación independiente en paypal.com/rrbaroni). LEl capítulo final extendido y los epílogos te esperan en Patreon.