La noche del 15 de febrero fue clara y helada. La luna llena, una moneda de plata fría, iluminaba la Plaza del Mercado Central con una luz fantasmal que convertía los charcos de sangre coagulada en espejos negros. El silencio era absoluto, roto solo por el crujido ocasional de la madera contraída por el frío o el susurro del viento entre los soportales. Los hombres apostados contenían la respiración. El olor a sangre y muerte era abrumador, una promesa carnosa que flotaba en el aire quieto.
Arnaud estaba entre los piqueros escondidos en un callejón al norte. Apretaba el asta de su pica, la punta reforzada que él mismo había afilado hasta dejarla como una aguja. Recordaba la vaca desaparecida, los aullidos alrededor de Saint-Hilaire, el terror en los ojos de Elodie. Hoy, se jugaba todo. A su lado, Mathis, el joven aprendiz de pescador que había descubierto las huellas, temblaba como una hoja, pero sostenía una antorcha apagada con determinación.
Fue un sonido leve al principio. Un raspado en la piedra al final de la calle Este. Luego, el brillo fugaz de ojos en la oscuridad, bajo un carro volcado. Dos, luego cuatro, luego seis. Lobos más pequeños, jóvenes probablemente, avanzando con cautela de felino. Olfateaban el aire con avidez, sus hocicos temblorosos apuntando hacia los cuerpos inertes esparcidos en el centro de la plaza. Uno se atrevió a avanzar, luego otro. Se acercaron a un cadáver de caballo, lamieron la sangre congelada, gruñeron de satisfacción. Parecía que la trampa funcionaría demasiado pronto, con la manada menor.
Pero entonces, un gruñido bajo, una vibración que parecía venir del suelo mismo, resonó desde la oscuridad de la calle principal. Los lobos jóvenes se inmovilizaron, las orejas gachas, los rabos entre las patas. Retrocedieron unos pasos, mirando hacia atrás con sumisión. Algo grande se movía en las sombras. Una silueta masiva, apenas perceptible, que olfateaba el aire con lentitud deliberada. Courtaud.
El Rey Lobo emergió a la luz lunar como un espectro gris. Era aún más imponente de lo que las historias contaban. Su pelaje, cicatrizado y grueso, parecía absorber la luz. Sus ojos, dos brasas amarillas, escudriñaron la plaza con una inteligencia escalofriante. Recorrió los cuerpos del cebo, luego levantó la vista hacia los soportales, hacia los callejones oscuros. Olfateó intensamente. Boisselier, desde su balcón, contuvo el aliento. Sabe. Siente la trampa.
Courtaud gruñó, un sonido profundo que era una orden. Los lobos jóvenes retrocedieron más, mezclándose con las sombras. El gigante gris dio unos pasos hacia el centro de la plaza, pisando con deliberada lentitud un charco de sangre. Se detuvo. Miró directamente hacia donde estaba escondido Arnaud, como si pudiera verlo a través de la oscuridad y la madera. Un desafío. Luego, levantó su enorme cabeza hacia la luna y emitió un aullido.
No era el aullido largo y ululante de la manada en movimiento. Era un rugido gutural, un estruendo que resonó contra las fachadas de piedra, un grito de guerra y dominio que heló la sangre de los hombres escondidos. Fue la señal.
Como si la oscuridad misma cobrara vida y dientes, docenas de lobos surgieron de todas las calles de acceso. No con la cautela de antes, sino en un torrente de músculos, pelaje y colmillos destellantes a la luz de la luna. Corrieron hacia los cuerpos del cebo, gruñendo, peleándose entre ellos por los mejores trozos, la disciplina rota por el festín ofrecido. La plaza se llenó de un caos de sombras saltarinas, gruñidos y el desgarro de carne.
Pero Courtaud no se movió. Permaneció en el centro, como una isla de calma calculadora en medio del frenesí, sus ojos fijos en los edificios circundantes. Esperaba. Probaba la trampa. La sangre de su manada ya se mezclaba con la del cebo. El momento crítico había llegado. Boisselier levantó lentamente su brazo, la señal para los ballesteros. Todo dependía de un instante.
El Rey Lobo desafía la trampa. ¿Se atreverán a actuar? El clímax de la cacería está aquí. Apoya al escritor en paypal.com/rrbaroni y sé parte de la batalla final. La versión completa está en Patreon.